Venom marcó el inicio de las películas derivadas de Spider-Man de Sony y estableció el origen de lo que luego sería conocido como el Spider-Man Universe de Sony. Aunque el comienzo fue algo accidentado, la saga de Venom logró captar el interés del público, principalmente gracias a la interpretación de Tom Hardy en los papeles de Eddie Brock y Venom. La segunda entrega, Venom: Let There Be Carnage, enfrentó complicaciones por la pandemia, pero logró aumentar la dosis de humor desenfrenado entre los simbiontes, con la incorporación de Carnage interpretado por Woody Harrelson.
Ahora, con Venom: The Last Dance, la trilogía busca cerrar con fuerza, pero finalmente queda en una posición débil como un intento algo flojo de película de superhéroes que se sentiría regular incluso comparada con los estándares del cine de cómics de los años 2000.
La trama de Venom: The Last Dance sigue a Eddie Brock y Venom (Hardy) mientras son devueltos a su realidad original tras un breve (y bastante intrascendente) cruce con el Universo Cinematográfico de Marvel (véase: Spider-Man: No Way Home). De regreso a su mundo, Eddie descubre que la batalla contra Carnage en San Francisco lo ha dejado como un fugitivo. Por razones desconocidas, cree que mudarse a Nueva York será su nueva oportunidad de empezar de cero, por lo que emprende el viaje. Sin embargo, Eddie no se da cuenta de que Knull, el Dios de los Simbiontes (Andy Serkis), ha despertado y está en busca de un poderoso artefacto conocido como el códice, creado cuando un simbionte y su huésped unen sus fuerzas vitales.
Kelly Marcel merece reconocimiento por haber dirigido la que posiblemente sea la película más coherente visualmente y con más acción de la saga Venom, lo que es especialmente notable dado que es su debut como directora. Marcel fue la guionista de la primera película de Venom y también escribió Let There Be Carnage y The Last Dance, lo que demuestra su conexión creativa y afecto por esta versión del personaje. Sin embargo, es interesante ver cómo The Last Dance cae en el error de sentirse como otro derivado de Spider-Man que parece estar a medio camino de pertenecer a un universo más grande. La trama relacionada con la organización que caza simbiontes y personajes como Payne y Strickland está poco desarrollada, aunque se insinúa que serán más importantes en futuras entregas de la franquicia. La inclusión de Andy Serkis como Knull parece más un guiño a los fanáticos de los cómics, ya que el “Rey de Negro” tiene un rol menor y apenas aparece en pantalla, con algunas escenas en las que ni siquiera se muestra su rostro. Si Sony buscaba replicar el “momento Thanos” de Los Vengadores con los spin-offs de Spider-Man, no lo han logrado.
El tiempo en pantalla de Eddie y Venom se ve reducido considerablemente, algo comprensible dado que Tom Hardy parece visiblemente cansado en su interpretación, un aspecto que se subraya de forma cómica en un montaje que recorre las tres películas de Venom, dejando claro que tanto el actor como el público empiezan a sentir el desgaste. En los pocos momentos en los que Hardy recupera la energía caótica y divertida que caracteriza la relación entre Eddie y Venom, se nos recuerda lo que hizo especial a esta serie. Casi da la sensación de que Hardy y el equipo deberían haber abrazado las bromas que circulan en línea, donde se sugiere que Venom 3 solo necesitaba ser una última muestra del talento unipersonal de Hardy. En su lugar, nos encontramos con una película de cómics recargada y excesivamente seria que acaba desperdiciando a algunos de sus mejores actores.
Chiwetel Ejiofor (Doctor Strange) parece atrapado en un drama militar en el que él es el único que muestra interés; Rhys Ifans (The Amazing Spider-Man, House of the Dragon) parece estar en piloto automático interpretando a un padre hippie llamado Martin; Stephen Graham (Boardwalk Empire) tiene el rol más extraño, un villano que ha sido desperdiciado dos veces interpretando a Patrick Mulligan/Toxin; solo Juno Temple (Ted Lasso, Fargo) logra encontrar un equilibrio entre el tono cómico y la seriedad, haciendo que su personaje, una científica, guíe a la audiencia a través de la exposición necesaria sobre los simbiontes y los efectos CGI en el tercer acto.
Es difícil entrar en detalles sin spoilers, pero el acto final, el clímax y el desenlace de Venom: The Last Dance rozan lo absurdo. Una vez más, parece que Sony no tiene claro hacia dónde se dirige este universo ni su relación con Spider-Man. Para colmo, los espectadores no obtendrán una conclusión clara sobre si la saga de Venom ha llegado a su fin, lo que hace que incluso el título de la película parezca un error.
Venom: The Last Dance es otro lanzamiento decepcionante de Sony-Marvel, al igual que Madame Web. Y las posibilidades de que Kraven the Hunter se una a esta trilogía de spin-offs fallidos de Spider-Man en un solo año parecen cada vez mayores.
Venom: The Last Dance se estrena en cines el 25 de octubre.
En “The Last Dance”, Kelly Marcel, coguionista de las dos primeras películas de “Venom”, asume la dirección, después de Andy Serkis (“Venom: Let There Be Carnage” de 2021) y Ruben Fleischer (“Venom” de 2018). Nos reunimos con Venom (la fusión de Eddie y su alma gemela, una entidad alienígena) en México, donde están huyendo de la ley. Pero también está surgiendo una nueva amenaza.
La película comienza con Knull (Serkis), el creador de simbiontes que, desde algún rincón oscuro y distante del espacio, envía extraterrestres a recuperar un “códice” encontrado dentro de la columna vertebral de Venom que, si se obtiene, conducirá a la aniquilación de humanos y simbiontes.