El lunes falleció el papa Francisco, quien fue el primer pontífice latinoamericano en la historia. Con su enfoque modesto y su inquietud por los más necesitados, capturó la atención del mundo, mientras que sus críticas al capitalismo y al cambio climático incomodaron a los sectores más conservadores. Tenía 88 años.
Las campanas de las iglesias en toda Roma resonaron después de que el cardenal Kevin Farrell, camarlengo del Vaticano, hiciera el anuncio desde la capilla de la Domus Santa Marta, donde residía Francisco.
Farrell comunicó: “A las 7:35 de esta mañana, el obispo de Roma, Francisco, ha vuelto a la casa del Padre. Dedicó toda su existencia al servicio del Señor y de su Iglesia”.
Francisco batallaba con una enfermedad pulmonar crónica y había perdido parte de un pulmón en su juventud. El 14 de febrero de 2025, fue ingresado en el hospital Gemelli debido a una crisis respiratoria que resultó en una neumonía bilateral. Su estancia hospitalaria se extendió por 38 días, siendo esta la más prolongada de sus 12 años de papado.
Sin embargo, emergió el Domingo de Resurrección, su última aparición ante el público, para ofrecer su bendición a miles de personas en la plaza de San Pedro, sorprendiéndolas con un recorrido en papamóvil que generó vítores y aplausos entusiastas. Antes de eso, tuvo un breve encuentro con el vicepresidente de Estados Unidos, JD Vance.
Desde la misma logia en la que fue presentado al mundo el 13 de marzo de 2013 como el 266.º papa, Francisco ofreció su bendición.
Desde su primer saludo como papa, un informal “Buonasera” (“Buenas noches”), hasta su acogida a refugiados y oprimidos, Francisco instauró un tono renovado en su pontificado, prefiriendo la humildad sobre la arrogancia en una Iglesia católica marcada por escándalos y la indiferencia.
Luego de aquella lluviosa noche del 13 de marzo de 2013, el argentino Jorge Mario Bergoglio insufló un aire nuevo en una institución con 2.000 años de historia que vio disminuir su influencia durante el turbulento papado de Benedicto XVI, cuya inesperada renuncia llevó a la elección de Francisco.
No obstante, el nuevo papa pronto se encontró con sus propios problemas, lo que llevó a un creciente descontento entre los conservadores ante su inclinación progresista, su acercamiento a los católicos LGBTQ+ y su sanción a los tradicionalistas.
Su mayor desafío emergió en 2018, tras el pobre manejo de un controvertido caso de abuso sexual clerical en Chile, cuando un escándalo que había estado acumulándose desde sus predecesores volvió a resurgir bajo su supervisión.
Luego, el papa viajero, quien era adorado por las masas, enfrentó una situación sin precedentes al dirigir una fe global durante la crisis de coronavirus desde una Ciudad del Vaticano aislada.
Francisco instó al planeta a considerar el COVID-19 como una ocasión para replantear el sistema económico y político mundial que, según él, había creado una divisoria entre ricos y pobres.
“Nos dimos cuenta de que estábamos todos en el mismo barco, vulnerables y desubicados”, expresó Francisco en una Plaza de San Pedro desierta durante una oración solitaria en marzo de 2020. Al mismo tiempo, destacó que la pandemia también llamaba a “todos a remar en conjunto, todos en el mismo barco necesitando apoyo mutuo”.
En el Vaticano el lunes, el ambiente era una combinación de un silencio sombrío entre aquellos que conocían y trabajaban con Francisco, y el bullicio habitual de los turistas que llenaban la plaza de San Pedro el día posterior a Pascua. Aunque muchos no estaban al tanto de la noticia de inmediato, algunos intuyeron que algo inusual estaba ocurriendo debido a la actividad frenética de los equipos de televisión.
Matteo Bruni, el portavoz del Vaticano, se secó las lágrimas mientras hablaba con los periodistas en la sala de prensa.
La muerte da comienzo a un proceso que durará varias semanas, permitiendo que los fieles rindan sus últimos homenajes, primero a los funcionarios del Vaticano en la capilla de Santa Marta y luego en San Pedro para el público en general, seguido de un funeral y la celebración de un cónclave para elegir un nuevo papa.
El Papa Francisco Reformando el Vaticano
Francisco fue elegido con el objetivo de reformar la burocracia y las finanzas del Vaticano, pero superó esas expectativas al revitalizar la Iglesia sin alterar su doctrina fundamental.
“¿Quién soy yo para juzgar?”, contestó cuando se le preguntó sobre un sacerdote presuntamente gay.
Este comentario brindó un mensaje inclusivo a la comunidad LGBTQ+ y a aquellos que se sentían marginados por una Iglesia que había priorizado ciertas normas sobre el amor incondicional.
“Ser homosexual no es un crimen”, declaró a The Associated Press en 2023, abogando por la abolición de leyes civiles que penalizan la homosexualidad.
Al poner énfasis en la misericordia en lugar de la moral, Francisco reorientó la postura de la Iglesia respecto a la pena de muerte, considerándola inaceptable en cualquier situación. También modificó la posición eclesiástica al afirmar que simplemente poseer armas nucleares —no solo su uso— era “inmoral”.
En otros hitos, aprobó un acuerdo controvertido con China sobre la selección de obispos que había causado tensiones con el Vaticano durante medio siglo, se convirtió en el primer papa en reunirse con un patriarca ruso y estableció nuevas relaciones con el mundo musulmán al hacer historia como el primer pontífice en visitar la península arábiga e Irak.
Francisco reafirmó que solo los hombres célibes podían ser sacerdotes y mantuvo la resistencia de la Iglesia al aborto, procedimiento que comparó con “contratar a un sicario para resolver un problema”.
Apoyó a varias mujeres en puestos de alto mando
Francisco incluyó a varias mujeres en roles de toma de decisiones en el Vaticano, permitiéndoles también actuar como lectoras y acólitas en las parroquias. Además, autorizó que las mujeres pudieran votar junto a los obispos en sínodos, como respuesta a las críticas que indicaban que ellas realizan gran parte del trabajo en la iglesia, pero se encuentran excluidas de las esferas superiores del poder.
La hermana Nathalie Becquart, a quien Francisco confirió uno de los cargos más altos en el Vaticano, compartió que el legado del papa radica en su visión de una Iglesia donde hombres y mujeres coexistan en un entorno de mutualidad y respeto.
“Se trataba de transformar un patrón de dominación —del ser humano hacia la creación, de hombres hacia mujeres— en un patrón de colaboración”, expuso Becquart, la primera mujer en tener derecho a voto en un sínodo del Vaticano.
No obstante, una crítica surgió desde la Conferencia para la Ordenación de Mujeres, la cual había expresado su descontento con la falta de interés de Francisco en avanzar hacia la ordenación de mujeres.
“Su repetida política de ‘puerta cerrada’ respecto a la ordenación de mujeres fue dolorosamente incongruente con su enfoque pastoral, y para muchos, una traición a la Iglesia sinodal y de escucha que él promovía. Esto hizo de él una figura compleja, frustrante y en ocasiones desgarradora para muchas mujeres”, señalaba el comunicado.
El Papa Priorizando la Iglesia como refugio
A pesar de que Francisco no permitió que se ordenaran mujeres, su reforma formó parte de un cambio trascendental que subrayó que la Iglesia católica debe ser un refugio para “todos, todos, todos” y no solo un lugar para los privilegiados.
Migrantes, personas en situación de pobreza, prisioneros y aquellos que están marginados fueron bienvenidos a su mesa, incluso más que los mandatarios o empresarios influyentes.
“Para el papa Francisco, siempre se trató de abrir los brazos de la Iglesia para acoger a cada persona, sin excluir a ningún individuo”, mencionó el cardenal Kevin Farrell, a quien Francisco designó como camarlengo, un cargo que asume el control tras el fallecimiento o retiro de un pontífice.
Francisco insistió en que sus obispos debían mostrar misericordia y caridad hacia sus fieles, instó al mundo a proteger la creación de Dios frente al desastre climático y desafió a las naciones a recibir a quienes huyen de la guerra, la pobreza y la opresión.
Después de su visita a México en 2016, Francisco comentó sobre el entonces candidato presidencial estadounidense Donald Trump, afirmando que quien construye un muro para mantener alejados a los migrantes “no actúa como cristiano”.
Si bien los progresistas se mostraron satisfechos con la forma en que Francisco abordó el mensaje de misericordia e inclusión de Jesús, los conservadores expresaron su preocupación, temiendo que esto debilitara las enseñanzas católicas y pusiera en riesgo la identidad cristiana de Occidente. Algunos incluso lo calificaron de hereje.
Varias voces de cardenales se alzaron en desafío, y su respuesta habitual ante el conflicto fue el silencio.
Francisco facilitó el proceso para que los católicos anularan matrimonios, permitió que sacerdotes ordinarios absolvieran a mujeres que habían tenido abortos y determinó que podían bendecir a parejas del mismo sexo. Además, promovió un debate sobre temas como la homosexualidad y el divorcio, brindando a los pastores la flexibilidad necesaria para acompañar a sus feligreses en vez de imponer reglas rígidas.
Usó el modelo de San Francisco de Asís
Francisco eligió residir en el hotel del Vaticano en lugar de en el Palacio Apostólico. Optó por usar sus antiguos zapatos ortopédicos en lugar de los característicos mocasines rojos del papado y se convirtió en un modelo a seguir para las clases religiosas al preferir automóviles compactos en vez de lujosos sedanes.
“Entiendo con claridad que la Iglesia en la actualidad demanda una capacidad para curar las heridas y brindar calidez a los corazones de sus fieles”, declaró a la revista jesuita La Civilta Cattolica en 2013. “Percibo a la Iglesia como un hospital de campaña tras el conflicto”.
Además de ser el primer papa jesuita y latinoamericano, se destacó como el primer papa que eligió el nombre de San Francisco de Asís, el fraile del siglo XIII célebre por su humildad, su mensaje de paz y su defensa de los excluidos y del medio ambiente.
Francisco se dirigió a desempleados, enfermos, personas con discapacidades y aquellos sin hogar. Asimismo, ofreció disculpas formales a los pueblos indígenas por las transgresiones cometidas por la Iglesia desde la época colonial.
También enfrentó sus propias dificultades de salud. En 2021, le fue extirpada parte de su colon y requirió otra intervención quirúrgica en 2023 para tratar una dolorosa hernia abdominal y eliminar tejido cicatricial. Desde 2022, a causa de problemas en sus rodillas, frecuentemente necesitó un bastón o silla de ruedas y sufrió varios episodios de bronquitis.
Francisco extendió su mano hacia los márgenes de la sociedad con actos de misericordia, como acariciar la cabeza de un hombre con deformidades en la Plaza de San Pedro, besar el tatuaje de un sobreviviente del Holocausto o invitar a los “cartoneros” de Argentina a compartir un escenario en Río de Janeiro.
“Nos han marginado durante mucho tiempo, pero el papa Francisco siempre nos ha brindado ayuda”, compartió Coqui Vargas, una mujer transgénero que cultivó una relación especial con Francisco durante la pandemia.
Su viaje inaugural como papa lo llevó a la remota isla de Lampedusa, en ese momento epicentro de la crisis migratoria europea. Sempre eligió visitar naciones empobrecidas donde los cristianos a menudo son minorías perseguidas, en vez de ir a centros del catolicismo global.
El obispo Marcello Sánchez Sorondo, amigo y compatriota de Francisco, afirmó que su interés por los pobres y los marginados se fundamenta en las ocho bienaventuranzas que Jesús proclamó en el Sermón del Monte, destinadas a los humildes, los misericordiosos, los espiritualmente pobres y otros.
“¿Por qué las bienaventuranzas son el eje de este pontificado? Porque constituyen la esencia del propio mensaje de Jesucristo”, subrayó Sánchez.
EL cambio después de Benedicto del Papa
El camino que condujo a la elección de Francisco en 2013 fue facilitado por la decisión histórica del papa Benedicto XVI de renunciar y retirarse, algo que no ocurría desde hacía seis siglos, lo que resultó en la inusitada circunstancia de tener dos papas coexistiendo en el Vaticano.
Lejos de evitar la posible incomodidad que representaba la presencia de Benedicto, Francisco lo recibió como un anciano sabio y experimentado, consultándolo en busca de orientación y persuadiéndolo para que abandonara su retiro y se integrara a la vida pública de la Iglesia.
“Es como tener a un abuelo sabio en casa”, expresó.
Francisco también exclamó su aprecio por la decisión de Benedicto XVI de retirarse, afirmando que “abrió la puerta” para que otros pudieran seguir su ejemplo. Esto alimentó las especulaciones sobre la posibilidad de que Francisco también se retirase, pero tras el fallecimiento de Benedicto, sostuvo que el papado es un compromiso para toda la vida.
El enfoque más relajado de Francisco en la liturgia y sus prioridades pastorales evidencian que él y el teólogo alemán provenían de antecedentes religiosos bastante distintos, y en varias ocasiones, Francisco revirtió decisiones tomadas por su predecesor.
Se aseguró de que el arzobispo Óscar Romero, un ícono del movimiento de teología de la liberación en América Latina, fuese canonizado después de que su proceso se viera estancado durante el papado de Benedicto, debido a preocupaciones sobre la inclinación marxista de su doctrina.
Asimismo, reestableció limitaciones en la celebración de la misa latina tradicional, que Benedicto había permitido con mayor libertad, argumentando que el rito tridentino había causado divisiones dentro de la Iglesia. Esta decisión causó descontento entre los críticos más conservadores de Francisco y marcó el comienzo de un período de tensiones entre los católicos de derecha, especialmente en Estados Unidos, y el papa argentino.
Los conservadores se alejan de Francisco
Para ese momento, los conservadores ya se habían separado de él, sintiéndose traicionados después de que surgiera un debate sobre el controvertido asunto de si los católicos que se habían vuelto a casar podrían recibir los sacramentos sin contar con una anulación.
“Este papa no es de nuestro agrado”, proclamaba un titular provocador en el periódico conservador italiano Il Foglio, lo que evidenció las preocupaciones dentro del reducido pero vocal movimiento católico tradicionalista que había sido favorecido por Benedicto.
Los mismos críticos intensificaron sus críticas cuando Francisco permitió bendiciones religiosas a parejas del mismo sexo y llevó a cabo un acuerdo polémico con China respecto al nombramiento de obispos. Los pormenores de este pacto nunca fueron divulgados, pero los detractores lo señalaron como una traición hacia aquellos que practicaban su fe católica en secreto en China, manteniéndose leales a la Santa Sede a lo largo de varias décadas de persecución. Por su parte, el Vaticano defendió esta acción como el mejor acuerdo posible antes de que China cerrara completamente la oportunidad.
El cardenal estadounidense Raymond Burke, reconocido como uno de los principales opositores a Francisco, afirmó que la Iglesia había cambiado en un “barco sin timón”.
Burke llevó a cabo su campaña de oposición durante años. Este proceso comenzó tras ser destituido por Francisco de su puesto como prefecto del tribunal supremo de justicia y culminó cuando expresó sus preocupaciones en el sínodo de Francisco sobre el futuro de la Iglesia en 2023.
En dos ocasiones, se unió a otros cardenales conservadores para solicitar formalmente a Francisco que aclarara su postura sobre cuestiones doctrinales que reflejaban una inclinación más progresista, como la posibilidad de bendecir a parejas del mismo sexo y su acercamiento a católicos divorciados y que se habían vuelto a casar civilmente.
Finalmente, Francisco impuso sanciones financieras a Burke, acusándolo de fomentar la “desunión.” Este fue uno de varios movimientos de personal que realizó tanto dentro del Vaticano como en diferentes partes del mundo, con la intención de reequilibrar el poder de los líderes doctrinales hacia aquellos más centrados en el pastoreo.
Francisco subrayó la importancia de que sus obispos y cardenales se relacionaran con el “olor de sus ovejas” y prestaran atención a los fieles. Aquellos que no lo hicieron, pronto supieron de su descontento.
Su discurso navideño de 2014 ante la Curia del Vaticano se convirtió en una de las reprimendas papales más notables de la historia: desde su posición en la Sala Clementina de mármol del Palacio Apostólico, Francisco enumeró 15 males que, según él, podían afectar a sus colaboradores más cercanos, entre ellos el “alzhéimer espiritual”, el deseo de poder y el “terrorismo de los chismes”.
Con el propósito de erradicar la corrupción, lideró la reforma del Banco Vaticano y se comprometió a combatir a los burócratas, restringiendo sus salarios y limitando su capacidad para recibir obsequios o otorgar contratos públicos.
Además, dio su consentimiento para que la policía vaticana realizara operativos en su propia Secretaría de Estado y en la agencia encargada de la vigilancia financiera, tras susurrarse la posibilidad de una inversión de aproximadamente 350 millones de euros (cerca de 365 millones de dólares) en una empresa de bienes raíces en Londres. Después de un proceso judicial que se prolongó durante dos años y medio, el tribunal del Vaticano encontró culpable a Angelo Becciu, un cardenal que antaño gozó de gran poder, por malversación de fondos, y se emitieron veredictos mixtos contra otras nueve personas, absolviendo a una de ellas.
No obstante, el juicio se transformó en un búmeran en términos de reputación para la Santa Sede, poniendo en evidencia las carencias del sistema legal del Vaticano, las disputas internas entre algunos monseñores, así como la manera en que el papa intercedió en el caso en apoyo a los fiscales.
Aunque recibió alabanzas por su intento de reformar las finanzas del Vaticano, Francisco provocó el descontento de los conservadores en Estados Unidos por sus constantes críticas hacia el sistema financiero global.
La justicia económica se convirtió en uno de los pilares de su papado, y no dudó en manifestarlo durante su primer encuentro con la prensa, donde expresó su deseo de una “Iglesia pobre que esté al servicio de los pobres”.
En su primer documento de enseñanza significativo, “La alegría del Evangelio”, Francisco cuestionó las teorías del goteo, considerándolas no solo no sustentadas, sino también ingenuas, argumentando que estas se fundamentan en una mentalidad en la que “los poderosos se nutren de los desposeídos”, ignorando principios éticos, la protección del medio ambiente e incluso a Dios.
“¡El dinero debe servir, no dominar!”, proclamó mientras instaba a los líderes políticos a llevar a cabo reformas en el sistema.
Aclaró este mensaje en su encíclica “Alabado seas”, donde criticó al sistema económico global como “estructuralmente perverso”, afirmando que este sometía a los pobres y que existía el peligro de que nuestro planeta se convirtiera en “una vasta acumulación de desechos”.
Algunos conservadores estadounidenses llegaron a calificar a Francisco de marxista. Sin embargo, él rebatió esa etiqueta, aclarando que contaba con numerosos amigos que se identificaban como marxistas.
Fútbol, ópera y oración
Nacido el 17 de diciembre de 1936 en Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio fue el mayor de cinco hijos de inmigrantes italianos.
Atribuyó a su abuela Rosa haberle enseñado a orar y durante los fines de semana escuchaba ópera en la radio, asistía a misa y a los partidos del club de fútbol San Lorenzo, amado por la familia. Como papa, su amor por el fútbol le trajo una gran colección de camisetas de visitantes.
Dijo que recibió su llamado religioso cuando tenía 17 años y se dirigía a confesarse. “Algo extraño me pasó en esa confesión”, relató en una biografía autorizada de 2010. “No sé qué fue, pero cambió mi vida… Me di cuenta de que me estaban esperando”.
Ingresó al seminario diocesano cuatro años después y, en 1958, se transfirió al seminario jesuita, atraído por la tradición misionera y la militancia de la Compañía de Jesús.
Fue por esta época que sufrió un ataque serio de neumonía que derivó en la extirpación de la parte superior de su pulmón derecho. Su frágil salud le impidió convertirse en misionero como había deseado, y su mermada capacidad pulmonar fue quizá responsable de su voz como susurro y su renuencia a cantar durante la misa.
El 13 de diciembre de 1969 fue ordenado sacerdote y de inmediato comenzó a enseñar. En 1973, fue nombrado jefe de los jesuitas en Argentina, cargo que luego reconoció como una “locura”, ya que solo tenía 36 años.
“Mi forma autoritaria y rápida de tomar decisiones me llevó a tener serios problemas y ser acusado de ser ultraconservador”, admitió en su entrevista con La Civiltà Cattolica.
Cómo fué la vida bajo la dictadura argentina
Su mandato de seis años como provincial jesuita coincidió con el comienzo de la dictadura de Argentina, que duró de 1976 a 1983, cuando los militares lanzaron una campaña brutal contra las guerrillas de izquierda y otros opositores al régimen.
Bergoglio no confrontó públicamente a la junta y fue acusado de permitir que dos sacerdotes de barrios marginales fueran secuestrados y torturados por no respaldar públicamente su trabajo.
Se negó durante décadas a disputar esa versión de los hechos. No fue sino hasta 2010 que, en una biografía autorizada, finalmente contó los esfuerzos que hizo tras bambalinas para salvarlos, como persuadir al sacerdote de la familia del temido dictador Jorge Videla para que se reportara enfermo y él pudiera dar misa en su lugar. Una vez en casa del líder de la junta, Bergoglio pidió clemencia en privado. Ambos sacerdotes fueron eventualmente liberados, entre otros pocos sobrevivientes.
Una vez que se convirtió en papa, comenzaron a surgir relatos de personas —sacerdotes, seminaristas y disidentes políticos— a las que Bergoglio salvó durante la “guerra sucia”, al permitirles permanecer en el seminario de incógnito o ayudarles a salir del país.
Bergoglio viajó a Alemania en 1986 para investigar para una tesis que nunca terminó. A su regreso a Argentina, se mantuvo en Córdoba durante un período que calificó como una “gran crisis interior”.
Sin el aprecio del liderazgo más progresista de los jesuitas de Argentina, Bergoglio fue rescatado de la oscuridad por San Juan Pablo II, quien lo nombró obispo auxiliar de Buenos Aires en 1992.
Seis años después fue nombrado arzobispo y en 2001 cardenal.
Estuvo cerca de convertirse en papa en 2005, cuando fue elegido Benedicto, al obtener la segunda mayor cantidad de votos en varias rondas de votación.